De ruta por algunos de los pueblos más pintorescos de Andorra
Finaliza la temporada de nieve y con ella, Andorra se vacía de aficionados a los deportes de invierno y empieza a ofrecer una cara distinta, más sosegada, más rural y menos conocida. Y es que, más allá del esquí, de las compras o de las instalaciones termolúdicas, el Principado cuenta con auténticos tesoros escondidos entre montañas.
Diminutos pueblos salpicados de casas de piedra y tejados de pizarra, decenas de pequeñas iglesias románicas, una gran herencia cultural y más de 70 picos que superan los dos mil metros de altura son algunas de las sorpresas de este país pirenaico que puede presumir de tener catalogada la mayor parte de su superficie como patrimonio de la humanidad.
Su proximidad con Catalunya la convierte en una propuesta perfecta para una escapada de primavera. Pretender recorrerla a fondo requeriría mucho tiempo -mucho más del que disponemos aquí-, pero no nos resistimos a la tentación de presentarte algunas de sus maravillas: pueblos con encanto que merecen una visita.
Ordino
Seguramente el nombre resultará familiar a muchos lectores, y sobre todo a los aficionados al esquí, ya que en la parroquia de Ordino -una de las siete en las que está dividido el Principado- se encuentra uno de los dominios esquiables de Andorra. Su capital homónima es, sin duda, con una interesante oferta cultural, el pueblo más icónico de este pequeño país.
Casas museo como la de Areny Plandolit o la Casa Rossell desvelan la forma de vida en la zona desde el siglo XV hasta nuestros días, o instalaciones como el Museo Postal descubren aspectos culturales a través de las típicas construcciones de pizarra pirenaicas con vistosos balcones adornados de flores. Recorrerlo permite sumergirse en la historia y ahondar en sus tradiciones.
Les Bons
El conjunto histórico de construcciones medievales que conforman Les Bons, es también un auténtico -y desconocido- museo en sí mismo. Y es que maravillas como la iglesia de Sant Romà, una ermita del siglo XII levantada sobre una roca, bien valen una visita. Situada en la parroquia de Encamp, conserva reproducciones de pinturas románicas y alguna que otra de estilo gótico.
Fontaneda
Aislado entre viñedos y bosques, en Sant Julià de Lòria, Fontaneda es un bucólico pueblo de callejones sin asfaltar que conserva un encanto especial. Con apenas un centenar de almas, su situación geográfica la convierten en un rincón ideal desde el que fotografiar la naturaleza. Si estás en forma y asciendes al Coll de la Gallina -un puerto de montaña de 1.907 metros de altura- en bicicleta o practicando senderismo, aprovecha la ocasión para detenerte. ¡Vale la pena!
Llorts
Si, en cambio te gusta descubrir pequeños tesoros fuera de los circuitos turísticos clásicos, no pases por alto Llorts, un diminuto pueblo de la parroquia de Ordino que no aparece en las guías, pero que te sorprenderá gratamente. Lo encontrarás en la carretera que lleva a los lagos de Tristaina y el río Valira del Norte y te permitirá conocer el pasado metalúrgico del país desde el siglo XVII hasta finales del XIX, a través de la Ruta del Ferro (ruta del hierro). Aquí empieza un recorrido de un par de horas -ideal para disfrutarlo en familia-, durante el cual se visitan algunos de los lugares más emblemáticos que formaban parte del proceso de producción del sector en medio de un paisaje de gran belleza.
Pal
No puedes visitar Andorra sin acercarte hasta Pal, uno de los pueblos más populares y recomendables del Principado. La joya de esta pequeña localidad es la iglesia de Sant Climent de Pal, uno de los templos románicos más antiguos del país -data de finales del siglo XI- y el único con ventanas germinadas dobles. Si quieres profundizar sobre este estilo arquitectónico y su evolución en la zona, puedes acercarte hasta el Centro de Interpretación Andorra Románica. No abandones Pal sin sentarte en la mesa de alguno de sus restaurantes y degustar la gastronomía típica. Disfrutarás de lo lindo.
Meritxell
La última propuesta, la localidad de Meritxell, tiene un significado muy especial para los habitantes de Andorra. Y es que este diminuto pueblo de la parroquia de Canillo alberga el santuario de Meritxell, y en él la imagen de la patrona del país. No esperes encontrar un antiguo edificio histórico. El templo, declarado basílica menor, es una modernísima construcción del arquitecto Ricardo Bofill, proyectada a mediados de la década de los 70 del siglo pasado. Y es que el santuario románico original quedó gravemente dañado tras un incendio sufrido en 1972. El contraste, sorprendente e impactante, merece una visita.